30 mayo 2007

Y un día, Gabo volvió a Macondo

Nobel colombiano volvió a Aracataca luego de décadas de ausencia. En la foto de la agencia AP, el autor de "El amor en los tiempos del cólera" se burla de los concurrentes. Gabriel García Márquez siempre tan entrañable.

El tren amarillo fue el que bordeó extensas plantaciones de banano hasta llegar a su 'Macondo' natal. Gabriel García Márquez reía para sí mientras -a través de la ventana del tren- veía que al paso de la máquina y el sonido de sus fuelles, miles de mariposas amarillas salían de los arbustos y en las estaciones de cada poblado por los que pasó pudo percibir el olor de la guayaba, el fruto tropical que siempre ha dicho añorar.

"Miren a toda esa gente y después dicen que uno fue el que se inventó a Macondo", dijo el escritor, según el diario El Tiempo de Colombia. El Gabo saludaba por un ventanilla a quienes se agolparon para mirarlo, le sacaba la lengua a tanta y tanta gente, añoraba esos años preciosos -y precisos- en los cuales se empezó a gestar "Cien años de soledad".

TOCANDO MADERA. Sí, Aracataca. Allá en el año 1927, ese pueblo -haste ese tiempo- olvidado por el mundo precenciaría el nacimiento del creador del realismo mágico. Ha tenido que cumplir 80 años, para que luego de dos décadas, el autor de "Crónica de una muerte anunciada" se anime a volver a su terruño.

"Bienvenido al mundo mágico de Macondo" era el saludo del pueblo que lo vio crecer, y es que a pesar del tiempo, calor, polvo olvido, muchas cosas siguen nunca cambian. Pese a la bronca de muchos pobladores quienes se han sentido despreciados ante la negativa del maestro a volver.

sin embargo, su médico y amigo, Guillermo Valencia, explicó a la AFP que el verdadero motivo de esta ausencia. "'Gabito' evitó regresar a su pueblo natal siempre por temor. Aunque no lo dice públicamente, para él retornar a sitios donde creció es una especie de recoger sus pasos, y eso le hace reflexionar sobre la cercanía de la muerte y lo deprime", señaló

Alfredo Correa García, Otro amigo de la niñez, recuerda haberle escuchado alguna vez asegurar que sólo lo volverían a ver en Aracataca "cuando lo estuvieran velando". A tocar madera se ha dicho.

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