16 noviembre 2008

Un nuevo cielo

Desde hace dos semanas - o más - Lima tiene cielo. Ya sea de mañana, tarde o noche se puede ver las nubes en copiosas figuras jugar alrededor del Sol o la Luna. Y claro, más de una mirada es llamada hacia arriba, para admirar este marco alegre que nos ha sido negado a los capitalinos desde tiempos inmemoriales, debido a la baja temperatura del mar del Callao.

Ha sido imposible, al menos para mí, regocijarme por un momento ante tan bello sol y la posibilidad de formar deseos con tanto algodón celestial. Tirarse al pasto ha sido obligatorio en más de una ocasión, pero lo he hecho poco. Las caminatas nocturnas han estado bien acompañadas y hasta he pensado en construirme un techo de vidrio - pero de seguro sería peligroso debido a tanto sismo - para poder admirar boca arriba a la dama de la noche. Tan sólo sea para dormir en su regazo. Ya se me ocurrirá algo, supongo. Pero no será aquí.

Siempre fui un lunático, pero me di cuenta de ello recién este año. Un 2008 que me dio tantas cosas, pero que se encargó de quitarme la más importante. Ahora incluso necesito del Sol, de su calor de sus rayos de su puesta.

Y me digo, porque esas alegrías duran poco, ¿con quién compartir tanta belleza? Eso es lo que más duele.

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