30 abril 2007

Tres poemas de 'Wata'

EL GUARDIÁN DEL HIELO
Y coincidimos en el terralel heladero con su carretilla averiaday yoque corría tras los pájaros huidos del fuegode la zafra.También coincidió el sol.En esa situación cómo negarse a un favor llano:el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol.
El hielo empezó a derretirsebajo mi sombra, tan desesperadacomo inútil. Diluyéndosedibujaba seres esbeltos y primordialesque sólo un instante tenían firmeza de cristal de cuarzoy enseguida eran formas purascomo de montaña o planetaque se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.Ama rápido, me dijo el sol.y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,a cumplir con la vida:yo soy el guardián del hielo.
(De Cosas del cuerpo)

POEMA TRÁGICO CON DUDOSOS LOGROS CÓMICOS
Mi familia no tiene médico ni sacerdote ni visitasy todos se tienden en la playasaludables bajo el sol del verano.
Algunas yerbas nos curan los males del estómagoy la religión sólo entra con las campanas alborotando los canarios.
Aquí todos se han muerto con una modestia conmovedora, mi padre, por ejemplo, el lamentable Prometeosilenciosamente picado por el cáncer más bravo que las águilas.
Ahora nosotros ninguno doctor o notableen el corazón de modestas tribus,la tribu de los relojerosla más triste de los empleados públicosla de los taxistasla de los dueños de fondade vez en cuando nos ponemos trágicos y nos preguntamos por la muerte.
Pero hoy estamos aquí escuchando el murmullo de la marque es el morir.
Y este murmullo nos reconcilia con el otro murmullo del ríopor cuya ribera anduvimos matando sapos sin misericordia,reventándolos con un palo sobre las piedras del río tan metafórico que da risa.
Y nadie había en la ribera contemplando nuestras vidas hace añossino solamente nosotroslos que ahora descansamos colorados bajo el veranocomo esperando el vuelo del garrote sobre nuestra barriga sobre nuestra cabeza nada notable nada notable.
(De Albúm de familia, 1971)

LA MANTIS RELIGIOSA
Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm. de mis ojos.Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del Chanchamayoy ella seguía allí, inclinada, las manos contritas, confiando excesivamente en su imitación de ramita o palito seco.
Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre, pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza cáscara.
Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruidoa un macho vacío.La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamandohembray la hembra ya estaba aparecida a su lado,acaso demasiado presta Y dispuesta.
Duradero es el coito de las mantis.En el besoella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de ély por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,que va licuándole los órganos y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasandola extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el machose continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula a la muerte.Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita.
Las enciclopedias no conjeturan. Ésta tampoco supone qué última palabraqueda fijada para siempre en la boca abierta y muerta del macho.Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra de agradecimiento.
(De El huso de la palabra)

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