11 setiembre 2006

El álgebra de la justicia infinita

¿Qué siente ante el hecho de que 500 mil niños iraquíes han muerto a consecuencia de las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos?
“Algo muy duro. Pero, teniendo en consideración todos los aspectos de la cuestión, creemos que es un precio que valía la pena pagar”.


La pregunta fue hecha en 1996. Quien respondió fue la ciudadana estadounidense Madeleine Albright, secretaria de Estado de ese entonces.

Nadie la juzgó, a pesar de estar en televisión nacional. Estados Unidos no recibió sanciones, ni nada por el estilo. El ciudadano estadounidense promedio ni siquiera bostezó. Total, eso no importa, pasa en un país que ni conocen.

Cinco años después, las Torres Gemelas convulsionaban como resultado de un ataque terrorista y por segunda vez –más aún que en Pearl Harbor- ‘América’ sentía el gran odio del hombre. Y aunque para nosotros el primer golpe –y todos los demás- los infringió ella, lo que recibió fue un verdadero k.o.

El mundo volteó la cara a Estados Unidos, a la horrible masacre que se había suscitado en sus tierras, a llorar sus miles de muertos, a darles la mano. Todo bien, todo muy humano. Mientras tanto, los niños seguían muriendo en Irak, Afganistán, Yugoslavia, Somalia, Haití, Nicaragua, El Salvador, etc.

Bush pronunció un discurso 9 días después y se erigió él mismo como paladín de la justicia en resguardo de la paz mundial. Según él, protegiendo la libertad del pueblo estadounidense. Y esto no da risa, es demasiado triste y catastrófico. Lo peor de todo es que sólo hace falta tener los ojos puestos en el mundo y un poco de sentido común y, de humanidad.

¿Americanos o ciudadanos del mundo? Todo hace pensar que la mayoría de los estadounidenses piensan que el mundo es Estados Unidos. Hasta se apropian del nombre de un continente para llamar a su país ‘América’. Ya lo dijo Vicente Verdú en su extraordinario ensayo El planeta americano (ganador del Premio Herralde 1996):

“En las clases de high school, no es insólito que algunos estudiantes confundan ante un mapa en blanco la ubicación de Australia con Rusia, localicen el mar Mediterráneo en aguas del Índico, ignoren si Europa se prolonga más abajo del estrecho de Gibraltar...”. Y sí, como diría Verdú, “la geografía importa menos en Norteamérica que en otras partes del mundo”. Lo lamentable es que no sólo eso importa menos.

¿Cuánto vale la vida de un ciudadano estadounidense? ¿Cuántas vidas hay que perder para que ‘el proceso de paz’ del Tío Sam termine? Esa pregunta (y todas las demás) se las hace la autora del extraordinario libro de ensayos que da título a éste artículo: El álgebra de la justicia infinita.

Su autora, la célebre Arundhati Roy (ganadora del Booker Prize 1998) por la estimulante novela El dios de las pequeñas cosas pone sobre el tapete con extraordinaria lucidez los hechos, las cifras y los “daños colaterales” de las visitas que los ‘Grind Go’s’.

Pero lo más invalorable es la ventana que abre desde otro continente, desde esa realidad tan latente. Ella, que muy a pesar de ser india, comprende perfectamente como se teje esta maraña de poder y cuales son los motivos reales de la ocupación norteamericana a Irak.

¿El petróleo quizá? Podríamos escribir muchos libros acerca del ¿por qué sucedió esto? Pero hay una sola respuesta: egoísmo. Siempre se ha dicho que el pueblo no tiene la culpa de lo que hacen sus gobernantes. Sin embargo, en el país del norte esto no es tan cierto.

¿Qué se puede esperar de una nación que siente tanta aversión por los intelectuales? Sentimiento que han vivido Norman Mailer, Paul Auster, Alvin Toffler y la fallecida Susan SontagEn U.S.A. se prefiere aquél que con una sonrisa tonta te ayuda a arreglar el auto que al profesional sesudo.

Del consumismo al monopolismo/ terrorismo. Nada más hay que comparar: Microsoft que cuesta una fortuna y está mal hecho contra Linux que es gratis y en el que todos pueden colaborar. Desde el principio es un país consumista, que no se queda ahí, sino que busca el Monopolio. Cosa que ha logrado. Que los atentados del 11 de septiembre fueron una horrible masacre no cabe duda. Que merece la desaprobación unánime es evidente.

Pero, acaso no merecen igual recuerdo y respeto los millones de muertos habidos en Corea, Vietnam y Camboya, los 17.500 muertos que se produjeron cuando Israel apoyado por los Estados Unidos invadió el Líbano, los 200.000 iraquíes fallecidos en la operación tormenta del desierto, etc. Habría que preguntarse, ¿quiénes realmente son los terroristas?

Pero, ¿por qué titular así un libro? ¿por qué volverlo eco en éste artículo? Porque todo vueltas en una gran elipsis y aunque, ya que la ley de causa y efecto no tiene cuando parar. La operación antes formar la coalición en contra del eje del mal se iba a llamar operación ‘justicia infinita'. 


Los norteamericanos se enteraron poco después que los musulmanes piensan que Alá es el único que puede alcanzar la justicia infinita. Para evitar malos entendidos, se la rebautizó con el nombre de ‘libertad duradera’. Habría que saber ¿de quién es la libertad? Y si la justicia infinita cayó por su propio peso.

Estamos de acuerdo con Roy en su manera de ver el mundo, la vida e incluso la muerte. Pero disentimos a la hora en que ella menciona que esto es una advertencia, para nosotros es sólo la confirmación.

2 comentarios:

natalia dijo...

Muy bueno.

Anónimo dijo...

es muy cierto...me nkanta, sabes? eres un genio...y tengo la dicha de ser amiga de un genio!!...te kiero mucho rudyy.!! amigo mio!!