05 setiembre 2006

Andre, ¿en tu memoria o en la nuestra?

El domingo 03 de septiembre del año 2006 -hace dos días- se retiró el que quizá sea el tenista más amado de los últimos tiempos. Andre Agassi cayó ante el alemán Benjamin Becker (112 del ranking mundial) en la tercera ronda del US Open por 7-5, 6-7 (4-7), 6-4 y 7-5 en tres horas y tres minutos y, dio el paso hacia esa puerta que todos temían.

Pero no lo hizo solo, 24 mil espectadores en el estadio Arthur Ashe de Nueva York, delataban su complicidad con el 'Kid de Las Vegas' ovacionándolo a una sola voz, entre cortada por las lágrimas pero férrea en la complicidad de no dejarlo partir.

"El marcador dice que perdí hoy, pero lo que no dice es lo que siento. Encontré inspiración en ustedes. Me llevaron a ganar en los momentos más bajos. Concreté sueños que hubieran sido imposibles sin ustedes. Por 21 años me ayudaron, y quiero llevarlos en mi memoria por el resto de mi vida", afirmaría el ídolo entrevistado por Mary Joe Fernández.

La firma de la cámara al final del partido no será la misma. Ya no habrán besos a las tribunas. Los carteles de los pequeños con frases como "Andre The Giant" quizá no se vuelvan a ver. El chico rebelde del tenis se ha ido.

Afirmar que partió la última de las leyendas del tenis quizá sea poco objetivo, sentimental y hasta tendencioso. Pero eso no importa.

En todo caso, una figura de la estirpe de Andre Kirk Agassi difícilmente volverá a aparecer. Y es que a 'el pirata', 'el chico de Las Vegas', 'Andre el gigante' no sólo se le puede analizar deportivamente.

Se hizo grande compitiendo con la flora y nata del tenis. Entre los que se cuentan Lendl, Becker, Edberg y Sampras, del cual este último sería su más entrañable rival.

Sobrepasó su crisis matrimonial con Brooke Shields (de quien se decía lo engañaba), el cáncer de su hermana Tami y los excesos en que incurrió en su juventud.

Por encima de ello, Agassi emergió y volvió a la competencia. La ayuda de su amigo y preparador físico Gil Reyes fue fundamental de ahí en adelante.

Fue y será grande a pesar de no haber tenido un gran saque, ni un físico excepcional. Lo hizo a base de técnica y de garra. De ese corazón que se levantaba cada vez que su gente se lo pedía.

Pero de ahí en adelante Andre se recompuso, se reinventó y se hizo más fuerte con un gran trabajo físico y gran poder de concentración, del cual hizo gala muchas veces al vencer a rivales 15 años menores que él.

Andre Agassi es grande por eso. Por ser un campeón por encima de todo, jugar con el corazón, por hacer travesuras, por romper con lo establecido y arriesgarse. Y por complementar eso con mucho trabajo.

Un globo, un passing shot o su conocida "mejor devolución del mundo" lo caracterizaban. También su juego desde el fondo de la cancha, como si así divisara mejor su estrategia. La de atacar, la del intercambio de golpes. Pero más allá de ello, cuando esta (estrategia) se acababa, relucía su garra y lo sacaba adelante.

Por eso la gente no se cansó de gritar ni aplaudir el domingo último. Querían que pase nuevamente, que Andre venciera el dolor de espalda que lo aflige desde hace varios meses.

Que se de un respiro y se concentré en el aplauso, a pesar de las 3 inyecciones de cortisona administradas en su espalda poco antes del partido. Que se olvide del dolor y recuerde que es Andre Agassi.

Pero aunque no lo parezca, Agassi también es humano.

Para mí todavía es un enigma si su público ha asimilado lo que vio. Su ídolo sentado, sin poder ocultar su pena. Las lágrimas de Andre sí que dolieron. Pero la idea de ese eterno aplauso permanece incólume en más de una cabeza.

Está bien que Andre Agassi no sea Dios. Así estará más cerca de su familia, de Steffi, Jaden y Jaz. Y de sus otros pequeños en Las Vegas, para quienes la otrora 'oveja negra' del deporte blanco ya ha recaudado más de 50 millones de dólares.

Solo queda decir, Andre te llevamos con nosotros. Muchas gracias.

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