El derruir de la piel
Narración. Una hoja cayendo en otoño, las sombras compungidas de la tarde, los cuerpos aterrizando. No lo sé. Tal vez todo eso y más. A veces paso por el centro y los veo moverse, casi como eclipsados, tan y tan lejos. Otras los miro en TV, tienen otras caras pero el cuerpo se los lleva. Su figura es parte de la escena. Un elemento más en el collage.
Si bien han pasado unos días de la celebración del Día internacional de la danza (29 de abril), en ese momento me parecía impostado escribir, en cambio ahora la tinta es una extremidad del eco.
En 1982 la Unesco instituyó la propuesta del maestro ruso Piotr Gussev, para celebrar el nacimiento de Jean-Georges Noverre todos los años y proclamarlo con ese nombre. Un homenaje para el bailarín y coreógrafo francés, que fue quizá, el maestro más importante de la danza del siglo XVIII. Con su ballet renovaría la concepción de los libretos, del vestuario, de la escenificación y de la coreografía. Y si bien Noverre murió en 1810, su obra sigue más que viva. Es más, es parte del aire.
¿Pero qué es la danza? Baile, narración, desenfreno. Disciplina, deporte, ilusión. Arte escénica o musical. Expresión del cuerpo, del alma, un derrotero. ¿Podríamos ponernos de acuerdo? No interesa. En todo caso es inspiración y mucho trabajo.
Pero la danza no es solo el baile. Es perderte en el movimiento, es una eucaristía del cuerpo. Recuerdo a Morella Petrozzi hace ya varios meses en el bar Dragón. Instauraba un espectáculo informal y bastante físico. Riguroso y contestatario. Diferente.
Si bien, es muy posible de que no haya terminado –o que incluso nunca llegué a empezar- de entender su retórica del cuerpo. Lo que sentí esa noche, debió ser unánime. Por un momento me encontré en sus giros, en sus caídas. En esa doctrina tan sutil que es el cuerpo.
Hace poco una entrevista a Vania Masías y luego a uno de sus chicos de los Ángeles de Arena me hicieron recordar lo sucedido. No porque tuvieran similitud de movimientos, ni siquiera de discurso. Era por el timbre del momento, por el deseo de sus figuras. Por esa sonrisa que se ve más allá. Quien sabe, quizá muy pronto podamos ver algo distinto y volver a aplaudir.
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