02 abril 2006

Carl Cox monta su bandeja en Lima

Aunque parezca cosa nueva, la música dance lleva ya tres décadas de influencia en nuestra cultura. Y todo radica en el poder de los modernos pinchadiscos llamados "DJ's", capaces de decidir el éxito o el fracaso de cualquier tema que suene en sus bandejas emplazadas en clubes y discotecas de Londres, New York, Berlín o Goa (India). Nadie lo discute: son los indiscutibles amos de la noche. Nueva York, la capital mundial de la música Disco a mediados de los setenta, fue testigo de su transformación en auténticos productores musicales. Era la época de la discoteca The Sanctuary, cuna del primer disc-jockey transformado en estrella del pop.

"Francis" o "Grasso", sin apellido conocido, había ideado un nuevo instrumento, consistente en dos platinas y un mezclador, y un nuevo espacio: la cabina del disc-jockey, donde, controlando la luz y el sonido, logró que el público descubriera lo que era bailar sin frenos. Hacia 1973, revistas como Billboard y Rolling Stone hicieron eco del fenómeno "disco". Los fans comenzaron a comprar discos y las productoras se percataron del "boom".

Su creciente notoriedad hizo que pronto pudieran intervenir en la producción. Por ejemplo, el DJ neoyorquino David Todd dio a conocer a Van McCoy, productor de la firma R&B, un baile latino llamado the hustle ("el empujón"). Con él, McCoy produjo un disco que fue número uno y Todd pasó a desarrollar el departamento de la poderosa compañía RCA.

La música borra fronteras. Entre 1975 y 1985, los límites entre productores, ingenieros de sonido, compositores y disc-jockeys fueron difuminándose. Lejos de limitarse a poner música en las discotecas, los disc-jockeys comenzaron a aventurarse en los estudios de grabación, llevando consigo los conceptos y técnicas para mezclar música, crear sonidos y versiones nuevas de temas conocidos.

Incluso utilizaron un sintetizador/secuenciador sencillo, utilizado por los músicos de rock para imitar el sonido de un bajo, como la materia prima del "acid house". Uniendo a los secuenciadores las cajas de ritmos, no sólo lograron aumentar y diversificar sus repertorios, sino que produjeron nuevas versiones puestas luego a la venta.

Los beneficios económicos de la música dance crecieron paralelamente a este intercambio estético y tecnológico entre disc-jockeys y estudios de grabación. Por otra parte, han sido los paladines de la lucha contra la muerte del vinilo. En su ascenso, Los artistas del house se volcaron hacia Europa, sobre todo a Londres, pero también a ciudades como Amsterdam, Berlín, Manchester, Milán, o Zurich, e incluso a Tel Aviv. La fiebre llegó a Lima un poco tarde, pero con fuerza. Este verano, ellos llegan para hacerla durar.

Antes. En las analógicas décadas de los cincuentas, sesentas,setentas y ochentas, los responsables de poner los discos en las fiestas de moda no tenían más posibilidades que pasar discos simples, generalmente desde un solo "deck" o tornamesa. El Dj simplemente seleccionaba las canciones que le gustaban a la gente, y las dejaba sonar. Solían ser quienes más se aburrían en las fiestas y los que debían escuchar las desoladas conversaciones de todos los que se quedaban sin bailar. A nivel local, buena parte de los dj's en radios y fiestas se han quedado en esas épocas.

Ahora. En plena revolución digital, el papel de un "Dj" en el mundo ha cambiado fundamentalmente. Frente a las bandejas, los amos del sonido son, en cierta forma, artistas. Buscan los discos que funcionan juntos y, a partir de ellos, producen in situ un tercero, casando canciones para producir insólitos resultados. Allí está la belleza de su trabajo. Venden discos, se pasean por el mundo, fundan empresas productoras y, lo mejor, intercambian con colegas internacionales sus trucos del oficio. Asimismo, pueden decidir el éxito o el fracaso de una carrera musical. Ellos tienen el poder.

Nota: Esta entrevista fue publicada originalmente en el año 2001 en la sección Luces de el diario El Comercio, en donde laboré años atrás.

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