Ella estaba allí. Jugando con su hermana, saltando y pidiendo que le compren unas golosinas. De repente, se acercó a la puerta del restaurante y le dijo al 'tío' que salía con su delivery: "oye invítame, pues". Su coquetería, desparpajo y 'cancha' intimidaron de inmediato a un limeño de clase media acomodada de alrededor de 45 años y 1.80 de estatura. Incluso se animó a tocar su bolsa y a jugar con aquella línea delgada que él había creado para separar su 'realidad' de la de ella.
Misma que el incauto había cruzado ni bien abrió las puertas del local y estuvo nuevamente en la calle, en aquella frontera en donde el hambre con ojos tristes y acostumbrados a este otro 'escenario' le decía: mírame, aquí estoy. Pero, ni él ni el tipo que salió jugando con su pequeña, la vieron. Jamás se atrevieron. Su mundo de papel, hacía rato que, había empezado a temblar.
Minutos después, partíamos a nuestra cita con El Acuarelista, viendo como disfrutaba del popcorn regalado por los no tan extraños y de las 'latas zancos' que sacaba del tacho. Le sonreímos, no secretamente, y levantamos la bolsa con los siete libros que habíamos pillado en La Familia. Los habíamos conseguido a 10 'lucas' cada uno pero, era evidente que, ni la alegría por tan buena literatura ni el mejor tratado filosófico impedirían que este nudo en la garganta se nos fuese.
Además, no habíamos comprado filosofía o sociología. No, la tarde la habíamos intervenido para 'checar' precios, novedades y alguna cosa rara que pudiésemos resaltar. Claro, fue a la 'volada' porque había demasiada gente. Sin embargo, pudimos apuntar varios títulos interesantes y hasta divertidos.
La hierba roja y El arrancacorazones, del inefable Boris Vian; Emily L., de Marguerite Duras; La epopeya del bebedor de agua, de Jhon Irving; Brasil y A conciencia, del riguroso pero risueño Jhon Updike; e incluso La Eneida, de Virgilo, son ejemplos de lo bueno que se puede encontrar en este pabellón. Hay para 'bucear' como se dice, desde poesía de Salinas hasta algunos narradores contemporáneos. Lo mejor, que están en dos reconocidos sellos: Tusquets Editores (colección andanzas) y Alianza Editorial (El libro de bolsillo).
Mientras tanto, en Importaciones Riguse tienen a 12 'lucas' títulos como Quo Vadis y Capitán de mar y guerra, editados por el diario El País. En Santillana tienen a mitad de precio las Cartas de Cortázar y casi toda su obra, en la PUCP se abanderan con las antologías de Vallejo, Westphalen, Sologuren y demás, pero se pasan de 'careros' al vender el Hatun Willakuy a 20 lucas, igual que en cualquier supermercado.
En Planeta, El derecho a la información de Loreti, en una cuidada edición de Paidos a 19 soles; mientras que en el F.C.E. venden La utopía arcaica: José María Arguedas y las ficciones del indigenismo, de MVLL, a 30 'solanos'. Sabemos que en Norma, Crisol, Lustra Editores y Estruendomudo tienen cosas interesantes, pero las veremos con más detenimiento y comentaremos en otro post. La feria va hasta el 16, así que hay tiempo. (Descarga el programa)
No puedo recomendar ningún libro que nos acerque a la realidad de la que hablé más arriba, porque lejos de lo que creen algunos sociólogos, hay que salir a la calle para olerla, sentirla e incluso para que esta te muerda. Alguna vez Sartre lo dijo: "La náusea, frente a un niño que se muere de hambre, no tiene poder. No tiene peso alguno, no sirve para nada". Luego recordé que, horas antes, dentro de esta 'feria del saber', algunas personas parecían no comportarse de manera muy distinta a las de los Chili's mans.
Nota: post publicado originalmente el 02/12/08 en Muévete! de Perú.21
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