18 diciembre 2007

¿Quién quiere jugar conmigo?

Las escondidas, la rayuela, las chapadas y otros juegos clásicos fomentan las socialización entre los niños. Además de brindarles múltiples beneficios, como el desarrollo de su creatividad.

Las seis de la tarde y el sol de verano guiña un hasta luego. Luis, Marcela, Joaquín, Fabricio y Aylin juegan a las escondidas, están muy atentos de ruidos y tratan de oír por encima de su propia y agitada respiración. Aylin 'la lleva' y se nota, los gritos que emite ante cada descubrimiento del escondite de sus amigos delatan sus once años, su emoción.

Pero falta uno de ellos, los minutos pasan y los metros también y ella teme, mientras se aleja cada vez más del punto al que tiene que -luego de encontrar al último escondido- regresar para encontrar esta partida. Siente pasos a la izquierda, ruidos a la derecha, se siente perdida y de repente una sombra pequeña la saluda desde la pared detrás de ella. Entonces, corre hacia donde empezó su cuenta con los ojos cerrados y 'canta' el escondite de Joaquín.


Desde el punto de vista psicológico, el juego le permite al niño canalizar sus impulsos y emociones, fortalecer su auto estima e inteligencia emocional. El juego de las escondidas permite al niño protagonista del juego hacer las veces de líder, planificarse el objetivo de encontrar a sus amigos mediante una serie de estrategias. Al lograrlo, se siente contento y realizado. Mientras que los niños que se ocultan ejercitan la resolución de problemas, además de perder sus temores al hallarse, por momentos, solos y ocultos.

ATAQUE AL DESEO. "El juego tiene un inmenso valor psicológico para el niño. Vendría a ser su terapia luego del tiempo pasado en el colegio. Si los padres le imponen que estudie o realice otras actividades que no desea estarán haciendo lo que en psicoanálisis se llama un "ataque sobre el deseo". Un niño que no es capaz de elegir qué quiere jugar, cómo quiere pasar sus vacaciones, cómo quiere estar, es un niño que pierde la posibilidad de crecer emocionalmente bien. Se vuelve rabioso y difícil de manejar o por el contrario, un niño sometido que no tendrá decisión.

No solo eso, en opinión del educador Constantino Carvallo: "no hay nada más importante a esa edad que el juego y el juego les va enseñar a trabajar, los va a ser creativos. El juego les va a desarrollar la inteligencia. Si queremos formar bien para el trabajo a los niños permitámosles jugar libremente".

"Jugar es una manera de aprender para el que juega. Ensaya roles, construye objetos o desarrolla su fantasía para que entre él y más niños hagan una actividad juntos, en donde se relacionan", añade León Trahtemberg.

Ya saben papás, tal vez sea su turno de 'llevarla'.

(La foto es de Yael Rojas, y será cambiada por la original apenas este niña me la juegue)

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