Hace 20 años en Ginebra murió víctima de cáncer hepático, el que quizá sea el escritor más importante en lengua castellana. Jorge Luis Borges o 'Georgie' como lo llamaban de pequeño escribió cuentos, poesía, ensayo y tradujo a los más notables escritores, entre ellos Wilde, a los 10 años de edad. Este es un intento del cronista por no solo recordar al gran genio, sino también de acercarse al hombre.
Tenía 16 años cuando conocí a Jorge Luis Borges. Venía de jugar fulbito y todavía con las manos sucias recibí un hermoso paquete. Era un regalo sin ningún motivo aparente, lo que lo hacía más preciado. De inmediato dejé la pelota y me fui corriendo a la sala, me senté y desgarré el papel. De pronto, ante mis ojos aparecía orgulloso El Aleph. Eso sí, después de abrirlo y ‘ojearlo’ yo no lo estuve tanto. Intenté leerlo, pero tristemente no entendí. Estaba acostumbrado al heavy metal y a los cuentos de Lovecraft y Poe. Borges todavía estaba lejos de mi ‘ideario’ y como era de suponer olvidé el libro.
Años después me lo volví a encontrar, mientras buscaba en la biblioteca de casa La Tercera Ola de Toffler. Lo gracioso, es que estaba prácticamente ‘asinado’ entre otros volúmenes y en el vaivén de la búsqueda cayó literalmente en mis manos. Dejé las olas para la playa y me encomendé a la lectura. Conocí al Borges enamorado, a Beatriz Viterbo, la muerte y a Carlos Argentino Daneri. Y yo también bajé al sótano.
Me hundí en la incertidumbre, en la ubicuidad de la trama. En un acertijo sin tiempo, que el autor soslayaba sin ningún reparo. Y odié a todos los Carlos Argentino Daneri del Mundo. Y los seguí odiando por mucho tiempo.
No era el mismo, después de Borges, en Borges. Las preguntas me asaltaban. Su facilidad para crear mundos había remecido los cimientos de mi ‘sentido común’. Comencé a preguntarme si acaso no podía existir Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, luego vendrían los demás cuentos de Ficciones, El Libro de Arena y El Hacedor. Ese era el precio. La reflexión, el análisis.
Grave problema en una época de inmediatez, en un medio en donde las cosas deben de estar “para ayer”. Borges decía que los periódicos no debían existir, soslayaba muy a menudo la labor de la prensa, pues para él capturaba hechos irrelevantes, exagerándolos y más tarde desechándolos. Un día un titular, al otro el olvido. Para Borges no existía el periódico de ayer, o más bien sí, pero le llamaba de otra forma.
Entonces había que hacer ‘tabla rasa’ y comenzar desde el principio. Para entenderlo y finalmente entenderme. El 24 de agosto de 1899, a los ocho meses de gestación, nace en Buenos Aires Georgie, como le decían cariñosamente en casa. Decide ser escritor a los seis años. Incluso se lo comunica a su padre, en un acto que podría parecer tierno y sin relevancia, viniendo de un nuño de tan corta edad.
Sin embargo a los diez años traduce al inglés El Príncipe Feliz de Oscar Wilde. Y es que desde su infancia aprende a leer y a escribir en ese idioma, debido a la influencia de su abuela materna.
Más tarde todo encajaría. El creador de Inquisiciones pensaba que la traducción podía superar al texto original, por lo mismo esta no tenía que ser necesariamente ‘fiel’ al texto base.
Borges creía que se podía embellecer aún más de acuerdo al lenguaje, al idioma. En esto tenía una idea muy parecida a la de Nabokov. Tradujo a lo largo de su vida a Edgar Allan Poe, Franz Kafka, Hermann Hesse, Virginia Woolf, Rudyard Kipling, Herman Melville, André Gide, William Faulkner y Walt Whitman, entre otros.
Pero lo más genial de su obra es que podía deslindar e interpelarse, felicitarse, conversar con él mismo, rozando la ubicuidad.
Una frase del gran escritor argentino Abelardo Castillo lo grafica todo: “Cuidado con Borges, Kafka, Proust, Joyce, Arlt, Bernhard. Cuidado con esas prosas deslumbrantes o esos universos demasiado intensos. Se pegan a tus palabras como lapas. Esa gente no escribía así: era así”.
Por desgracia, el premio más grande las letras, que para muchos le pertenecía largamente, le fue esquivo hasta el fin de sus días.
A pesar de la opinión de la crítica y de los editores que en 1961 le otorgaron el Premio Formentor junto a Samuel Beckett.
Una encuesta publicada por el Corriere della Serien en 1970, revela que Borges obtiene más votos que Solzhenitsyn, a quien la Academia sueca distinguiría ese año. Borges no ganaría el Nobel, pero debe ser uno de los escritores más respetados. Borges no es ni será el escritor más leído, pero sin duda será el más releído. Eso se puede firmar.
Así como el relato Agosto 25, 1983, en que Borges profetiza su suicidio. Más tarde es consultado por su negativa a cumplir con lo escrito y el responde risueñamente: “por cobardía”·
La hora llegaría tres años más tarde, en Ginebra. A la cual había designado "una de mis patrias" y que eligió, según comentario irónico, para que se viera bien al inicio de las enciclopedias póstumas. Jorge Luis Borges nos deja el 14 de junio de 1986. Quiero creer que fue con esa sonrisa con la que aconsejaba morir.
Tenía 16 años cuando conocí a Jorge Luis Borges. Venía de jugar fulbito y todavía con las manos sucias recibí un hermoso paquete. Era un regalo sin ningún motivo aparente, lo que lo hacía más preciado. De inmediato dejé la pelota y me fui corriendo a la sala, me senté y desgarré el papel. De pronto, ante mis ojos aparecía orgulloso El Aleph. Eso sí, después de abrirlo y ‘ojearlo’ yo no lo estuve tanto. Intenté leerlo, pero tristemente no entendí. Estaba acostumbrado al heavy metal y a los cuentos de Lovecraft y Poe. Borges todavía estaba lejos de mi ‘ideario’ y como era de suponer olvidé el libro.
Años después me lo volví a encontrar, mientras buscaba en la biblioteca de casa La Tercera Ola de Toffler. Lo gracioso, es que estaba prácticamente ‘asinado’ entre otros volúmenes y en el vaivén de la búsqueda cayó literalmente en mis manos. Dejé las olas para la playa y me encomendé a la lectura. Conocí al Borges enamorado, a Beatriz Viterbo, la muerte y a Carlos Argentino Daneri. Y yo también bajé al sótano.
Me hundí en la incertidumbre, en la ubicuidad de la trama. En un acertijo sin tiempo, que el autor soslayaba sin ningún reparo. Y odié a todos los Carlos Argentino Daneri del Mundo. Y los seguí odiando por mucho tiempo.
No era el mismo, después de Borges, en Borges. Las preguntas me asaltaban. Su facilidad para crear mundos había remecido los cimientos de mi ‘sentido común’. Comencé a preguntarme si acaso no podía existir Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, luego vendrían los demás cuentos de Ficciones, El Libro de Arena y El Hacedor. Ese era el precio. La reflexión, el análisis.
Grave problema en una época de inmediatez, en un medio en donde las cosas deben de estar “para ayer”. Borges decía que los periódicos no debían existir, soslayaba muy a menudo la labor de la prensa, pues para él capturaba hechos irrelevantes, exagerándolos y más tarde desechándolos. Un día un titular, al otro el olvido. Para Borges no existía el periódico de ayer, o más bien sí, pero le llamaba de otra forma.
Entonces había que hacer ‘tabla rasa’ y comenzar desde el principio. Para entenderlo y finalmente entenderme. El 24 de agosto de 1899, a los ocho meses de gestación, nace en Buenos Aires Georgie, como le decían cariñosamente en casa. Decide ser escritor a los seis años. Incluso se lo comunica a su padre, en un acto que podría parecer tierno y sin relevancia, viniendo de un nuño de tan corta edad.
Sin embargo a los diez años traduce al inglés El Príncipe Feliz de Oscar Wilde. Y es que desde su infancia aprende a leer y a escribir en ese idioma, debido a la influencia de su abuela materna.
Más tarde todo encajaría. El creador de Inquisiciones pensaba que la traducción podía superar al texto original, por lo mismo esta no tenía que ser necesariamente ‘fiel’ al texto base.
Borges creía que se podía embellecer aún más de acuerdo al lenguaje, al idioma. En esto tenía una idea muy parecida a la de Nabokov. Tradujo a lo largo de su vida a Edgar Allan Poe, Franz Kafka, Hermann Hesse, Virginia Woolf, Rudyard Kipling, Herman Melville, André Gide, William Faulkner y Walt Whitman, entre otros.
Pero lo más genial de su obra es que podía deslindar e interpelarse, felicitarse, conversar con él mismo, rozando la ubicuidad.
Una frase del gran escritor argentino Abelardo Castillo lo grafica todo: “Cuidado con Borges, Kafka, Proust, Joyce, Arlt, Bernhard. Cuidado con esas prosas deslumbrantes o esos universos demasiado intensos. Se pegan a tus palabras como lapas. Esa gente no escribía así: era así”.
Por desgracia, el premio más grande las letras, que para muchos le pertenecía largamente, le fue esquivo hasta el fin de sus días.
A pesar de la opinión de la crítica y de los editores que en 1961 le otorgaron el Premio Formentor junto a Samuel Beckett.
Una encuesta publicada por el Corriere della Serien en 1970, revela que Borges obtiene más votos que Solzhenitsyn, a quien la Academia sueca distinguiría ese año. Borges no ganaría el Nobel, pero debe ser uno de los escritores más respetados. Borges no es ni será el escritor más leído, pero sin duda será el más releído. Eso se puede firmar.
Así como el relato Agosto 25, 1983, en que Borges profetiza su suicidio. Más tarde es consultado por su negativa a cumplir con lo escrito y el responde risueñamente: “por cobardía”·
La hora llegaría tres años más tarde, en Ginebra. A la cual había designado "una de mis patrias" y que eligió, según comentario irónico, para que se viera bien al inicio de las enciclopedias póstumas. Jorge Luis Borges nos deja el 14 de junio de 1986. Quiero creer que fue con esa sonrisa con la que aconsejaba morir.
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