18 junio 2006

Releyendo La Tercera Ola (5)

Hogar Electrónico o
cargador de promesas

Mensaje. La idea del hogar como centro de labor, no es descabellada. Un ejemplo palpable: los operadores de páginas web. Sólo necesitan una computadora y conexión a la red. Es decir, fotos, discos completos, PDFs, trailers de películas, noticias en tiempo real y más. Con la intrínseca ventaja de hacerlo a cualquier hora y desde cualquier parte del Mundo.

Por otro lado, el ahorro en energía, tiempo y espacio es tentador. Es cierto, tener el mundo al alcance de las manos. Utilizar esos espacios para otros fines, quizás mas sociables. Pero solo es teoría.

Fundamentación. El autor ha seguido la evolución del ordenador. Hay síntesis de las ganancias en empresas piloto. Lo que lo lleva afirmar es el ahorro de tiempo, dinero y la posible comodidad para los usuarios y operarios. La visión del autor se fija en las ganancias. Además del bien que le haría al planeta usar menos combustible. Quizás ir más allá, y proteger más áreas verdes, el espacio se aprovecharía mejor.

Crítica. Alguna vez escuché que el hogar podría ser la tumba del alma. Que las paredes y la costumbre, los pasos, rostros y sus ecos, se convierten en prisión. En una prisión diaria y obligada. Triste al fin.

Sin embargo, Toffler me dice que puedo trabajar de manera óptima aquí. Que es el futuro. O sea, salir de comprar con los amigos al cuarto de al lado, ahí queda mi tienda de ropa. Vamos a hacer shopping…

Antes veinte minutos de footing en mi cuarto y más tarde un botón para la cena.
Luego, en mi estacionaria rutina digo: “Buenos días amor”. ¿Qué tal tu día? Toffler se olvida –y ahí su error- de que no puede ver todo (su panorama, su teoría, su Tercera Ola, y demás cataratas) en base a estadísticas. El papel – o la pantalla LCD- soportan todo. Los seres humanos no somos máquinas. Suena gracioso.

Hay otros factores: afecto, sueños, cansancio, poder, etc. Acaso Alvin Toffler no se acuerda de sus premisas. Quizás olvidó que: “la pregunta correcta suele ser más importante que la respuesta correcta a la pregunta equivocada”.

Quizás Orwell exageró un poco con 1984, pero la obra(magistral como novela y posteriormente como película) nos da vistas de algo. El automatismo es tentador. Ni hablar de Huxley, quien en Un mundo feliz se adelantó a su tiempo.

Lo han dicho Asimov y muchos otros, pero estos dos grandes clásicos tuvieron el talento para afirmarlo, para postularlo de otra manera, de paso, más multitudinaria.

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