03 junio 2006

El precio del deber...

Aunque es cierto que hay una visible falta de identidad nacional, en el momento de hablar del cebiche, el pisco o el Señor de Sipán el patriotismo aflora de manera casi mágica. Pero ser peruano va más allá. Hay ciertos deberes que se tienen para con la patria y por ende para con los mismos peruanos.

Uno de esos deberes -al mismo tiempo derecho- ciudadanos, es el 'temido' trabajo de ser miembro de mesa. ¿Quién desea ser miembro de mesa? Muy pocos, es la realidad. ¿Los podemos culpar de anti-patriotas? Difícil.

Despertarse a las 6 de la mañana de un domingo, en el que ni los pajaritos quieren salir del nido -en el que posiblemente preferirían poner un CD en vez de ponerse a cantar- tomar una ducha fría y apresurarse a beber el café y unas tostadas. Caminar con el profundo deseo de que la neblina se vaya, hasta subir a una combi y llegar al establecimiento en que harán su papel.

Todavía no son las ocho, pero ya estás sentado. Esperando personas que seguramente están acurrucadas en su cama o tomando desayuno viendo los especiales periodísticos en TV, felicitándose de no ser tú.

Más tarde, tendrás que soportar que algún ciudadano no quiera manchar su dedito "porque no sale (la tinta)", discutirás con algunos miembros de tu mesa y te irás, en el mejor de los casos, once horas después.

Hasta aquí nada nuevo. Incluso se podría afirmar que esto es una tendenciosa dramatización de los hechos. Quizás. Pero ¿qué sucede cuando en un día que es muy largo la ONPE no cumple con darte lo mínimo, la comida?

Los últimos miembros de mesa no recibieron dinero alguno por el servicio brindado. La ONPE informó que no habían los recursos para hacerlo, que estábamos en austeridad. Pero de ahí, a no darles ni desayuno u almuerzo. Tres paquetes de galleta, dos jugos de 200 ml y cinco cocorocos no hacen un almuerzo. Tampoco un cereal bar el desayuno, o acaso ¿se creyeron el comercial?.

Hay miembros de mesa que llegan recién a las 11 de la noche a sus casas. ¿Es eso justo? Sin comer bien, haciendo gastos, teniendo que llegar a sus centros de labor, totalmente cansados, al día siguiente.

Viéndolo de esa forma, sería un poco difícil acusar de antipatriota a algún vecino, que se queje por su suerte. Más aún, sabiendo que en el Perú de hoy, no trabajar domingo es dejar de contar con un dinero muy necesario. Si bien es cierto que no se puede exigir un pago, aunque mínimo, tampoco se puede atentar contra los propios ciudadanos. Un tema de formas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

soy madre de un niño de tres años y a la vez soy miembro de mesa no tengo con quien dejar a mi hijo y para colmo mi madre tambien es miembro de mesa