29 octubre 2007

Esta noche presentan nuevo libro sobre Blanca Varela en el Congreso

Hablar de Blanca Varela es nombrar la poesía misma, recrearla, hundirse en sus entrañas. Favorita de Octavio Paz, la autora de Ejercicios Materiales es, sin lugar a dudas, nuestra mayor poeta viva pero, pese a ello, los volúmenes sobre su obra no son extensos, ni tampoco la comercialización de su palabra.

Conocedoras de ello, las poetas Mariela Dreyfus y Rocío Silva Santisteban han preparado un homenaje a la madre de Canto Villano. Una edición crítica con varios ensayos alrededor de su obra, que empiezan con la voz de Paz y terminan con la de Mario Vargas LLosa. Y lo mejor, en medio una selección de poemas de la propia Blanca.

La cita para la presentación de Nadie sabe mis cosas. Reflexiones en torno a la poesía de Blanca Varela es a las 7 de la noche en el hemiciclo Raúl Porras Barrenechea del Congreso de la República. Lo comentarán Cecilia Esparza y Max Hernández.

A continuación, adjunto la nota de prensa:


Desde mucho antes de su vertiginoso reconocimiento internacional, la obra de Blanca Varela representa para la poesía peruana una potente referencia tanto como un polo enigmático. Mariela Dreyfus y Rocío Silva Santisteban han preparado con el sello del Fondo Editorial del Congreso una compilación de ensayos que quiere aportar una primera suma crítica alrededor de la obra de Varela y a la vez ampliar las vías de entrada a su escritura. Nadie sabe mis cosas, como las editoras han denominado su selección, recogiendo un verso de Varela, será presentado el lunes 29 de octubre a las 7 pm en el hemiciclo Raúl Porras Barrenechea. Lo comentan Cecilia Esparza y Max Hernández.

La compilación, formada por 33 textos además de un epílogo de Mario Vargas Llosa, se inicia clásicamente con ejemplos destacados de la crítica más conocida en torno a la poesía de Varela. Son los ensayos, comandados por el famoso prólogo de Octavio Paz a Ese puerto existe, que la abordan desde una mirada metafísica estableciendo una trama entre silencio y unidad originarios, por un lado, y carencia y escisión del estar, por el otro —una mirada que sin duda el trabajo de Varela en términos generales acepta bien. Los escriben, aparte del mexicano, José Miguel Oviedo, Roberto Paoli, David Sobrevilla, Ana María Gazzolo y otro mexicano, Adolfo Castañón, cuyo texto con alusiones al germen, la sombra y lo indecible resulta paradigmático de esta línea de interpretación.

De ahí en adelante, los ensayos se especializan, por decirlo así, y buscan aislar temas y vínculos externos en la poesía de Varela derivados de una experiencia biográfica e histórica delimitada. Su trabajo es relacionado, entonces, sucesivamente con los movimientos pictóricos de la primera mitad del siglo XX, la pregunta por el papel del artista peruano frente al pasado y la modernidad, y las posiciones políticas de contestación. Asimismo, en una serie donde se hace decisivo el género, se le enlaza a la experiencia de la maternidad —que es también la de ser hija— y la condición de mujer en la sociedad contemporánea. Por ejemplo, a partir del poema “Valses”, Rocío Silva Santisteban propone una relación conflictiva de Varela con una historia familiar de la que no puede deslindarse la morfología romántica de una ciudad, Lima, en sus valores criollos. Susana Reisz percibe en el mismo texto, además, una revuelta contra los roles femeninos dispuestos por un orden patriarcal que coincide con la estética del vals en introducir todo el tiempo engañosas reconciliaciones. La misma interpelación, ahora volcada a la responsabilidad del poder sobre la existencia feroz del hambre, es la que extrae el crítico chileno Luis Cárcamo-Huechante de la lectura del poema “Conversación con Simone Weil”.

En una veta distinta de metalenguaje, la compilación incluye un texto de Eduardo Chirinos que examina las afinidades entre el poema “Ejercicios materiales” de Varela y los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Varela invierte el resultado de las prácticas ascéticas estipuladas por el religioso, al no concederle al lenguaje ningún poder de salvación, pero —descubre Chirinos— así como las reglas ignacianas representan para el lector una performance antes que una cavilación, su poema manifiesta ser un organismo creado paso a paso con la lectura, cuya dificultosa acción, análoga a un alumbramiento, se convierte en el hecho mismo que produce su existencia.

La compilación deja oír además a la propia autora en sendas entrevistas de Rosina Valcárcel y la poeta venezolana Yolanda Pantin. El libro se cierra con una sección personal en la que aparece una antología poética elaborada por Varela junto a una rica galería fotográfica y un conmovedor poema inédito.

La obra poética de Blanca Varela, reunida en el año 2001 en España, consta de Ese puerto existe (1959), Luz de día (1963), Valses y otras falsas confesiones (1972), Canto villano (1978), Ejercicios materiales (1993), El libro de barro (1993), Concierto animal (1999) y El falso teclado (2001).

No hay comentarios.: